Cada vez es más habitual firmar un precontrato cuando un trabajador y una compañía llegan a un acuerdo para iniciar una etapa laboral conjunta. Un documento que incluye obligaciones para las dos partes.

Después de varios meses de búsqueda, Ana encontró un empleo a 400 kilómetros de su lugar de residencia. Tenía poco menos de una semana para encontrar piso y hacer una mudanza y, tras muchas visitas y horas en la carretera, tenía todo listo para empezar a trabajar un lunes. Llegó el día y nadie le decidía dónde tenía que presentarse ni por quién preguntar; después de infinidad de llamadas y correos, le dicen que han cambiado de opinión y que ya no van a contratar a nadie.

Salvo el cabreo monumental que se ganó, Ana no consiguió nada. Habló con la que iba a ser su casera para disculparse, volvió a meter todas sus cosas en su pequeño coche y puso rumbo a su ciudad natal sin trabajo y con un montón de gastos realizados, al final, para nada.

Para evitar esta situación, cada vez es más común que muchos trabajadores, sobre todo en puestos directivos o de elevado componente técnico, pidan firmar un precontrato laboral en el que se especifique todo lo acordado en las entrevistas, así como posibles indemnizaciones por incumplimiento. Porque… ¿qué le hubiera pasado a Ana si hubiera decidido dejar su trabajo actual por otro que nunca llegó a materializarse?

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