Comprar por internet es una práctica muy habitual hoy en día, y toda una tradición durante el Black Friday. Esta es la fecha elegida por muchos para realizar aquellas compras estratégicas aplazadas en busca de la mejor oferta, y recibirlas después en casa o en la oficina. Y es que, ya sea por las limitaciones de los horarios de entrega, el poco uso de los puntos de recogida o por las amplias jornadas laborales, el centro de trabajo se ha convertido en el sitio ideal para recoger estos paquetes personales.

En la medida en que está práctica se está extendiendo, las empresas deben plantearse cómo afrontar la situación. Las ventajas para los trabajadores son múltiples: se aseguran la recepción de sus compras y pueden dedicar su tiempo libre a otras actividades. Sin embargo, por otro lado, esta logística puede suponer un coste (en recursos humanos, tiempo y espacio) para las empresas difícil de asumir en algunos casos. Si esta situación llega a suponer una carga demasiado pesada, ¿podría prohibir a los trabajadores enviar sus compras a la oficina?

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