El Gobierno socialista francés de Lionel Jospin fue pionero en el mundo hace ya 20 años aprobando en el año 2000 la semana laboral de 35 horas. Dos décadas después esa normativa se ha ido descafeinando pero se mantiene en su esencia pese a la multitud de críticas que recibe incluso desde el ala más moderada de la izquierda. Pero el ejemplo francés no ha desanimado a otros países como Nueva Zelanda, cuya primera ministra Jacinda Ardern, ha anunciado recientemente que su Gobierno considera apoyar la semana laboral de cuatro días para fomentar el turismo doméstico y como medida para estimular la economía.

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