La cita fue el pasado 5 de abril. El colectivo de las camareras de piso, las «Kellys», se reunieron con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con una propuesta concreta para mejorar la situación del sector y buscar una salida a sus problemas laborales. El compromiso adquirido por el jefe del Ejecutivo les convenció porque de aquella reunión salió un plan de la Inspección reforzado para poner bajo la lupa todo su marco laboral: jornada laboral, contratación, horarios… y en revisión constante las secuelas físicas consecuencia de sus maratonianas jornadas, lo que les obliga, según relatan, a medicarse para evitar una baja que puede acabar en alguna ocasión en despido.

Pero ¿quién es este colectivo? Un pequeño ejército de unas 400.000 trabajadoras que no se sienten defendidas por los sindicatos. Armadas con limpiacristales y sábanas limpias, son clave para el funcionamiento del sector turístico, aunque su situación laboral haya pasado desapercibida hasta que sus denuncias han saltado a los medios de comunicación. Sufren fuertes dolores provocados por años de movimientos bruscos y repetitivos durante años, además de jornadas intensivas de hasta 26 días seguidos sin descansos. Entre sus peticiones está que se aplique el convenio de hostelería, que fija un suelo de unos 1.200 euros.

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